viernes, 15 de mayo de 2009

Soles inventados



Como planos paralelos se suceden, uno al lado del otro: el afuera, el adentro y entre ellos el gran ventanal de vidrios empañados pizarra para la imaginación de los siete años de Martina.
Sol-Huella de dedo pequeño dibujado en el vidrio que descubre el afuera frío, plomizo, con árboles que se sacuden como tratando de alcanzar a las personas que van y vienen casi corriendo.
Sol-huella, escapado del plano transparente para expandirse en el interior atravesando objetos y personas, hasta perderse en el gris de las paredes. Extendidos sus rayos, confundidos con los de la rueda de la máquina de coser, giran marcando con sonido monótono el pulso de la existencia de ese instante en aquella habitación.
Ya no alcanza el plano de la pizarra. No más límites! No es suficiente el sol huído de su mano! Su índice recorre un trayecto imaginario, pero esta vez, en ese espacio inundado de soles inventados. Sigue el hilo invisible que los une y que devela la historia de tres mujeres muy queridas por ella.
El sonido acompasado continúa, mientras en los ojos de las tres mujeres brilla el oro de soles evocados. Sonido constante que no cesa como queriendo ser protagonista, pero es momento de escuchar hacia adentro los sueños silenciosos que guardaron por años su madre, su tía y su abuela. Es ese instante exacto de sentir el pecho henchido por el debut de la nena como bailarina española y un sabor amargo en la boca por lo postergado. Es la hora mágica en que se desprenden de ellos, para mudarlos en cientos de soles en cada hilo dorado con que bordan; en cada lentejuela que cosen; en cada puntada que dan; sobre aquel mar verde nilo que desborda las manos de Yolanda su madre, mientras le da mayor impulso al pedal de la máquina.
Martina detiene su recorrido. Observa por un instante la escena. Dibuja un corazón y guarda allí todos los soles para que siempre la acompañen.

Marta García Névez
Julio de 2007
(Escribir esto fue como buscar en el baño dorado de aquellos soles un oasis para descomprimir la angustia volcada en Café París. Un recuerdo cariñoso hacia mi madre, mi tía y mi abuela por todo el amor que me dieron y hacia mi padre que aún sin proponérselo me transmitió las ganas de organizar y disfrutar las actividades culturales )
Imagen:
Marta García Névez - “Interior I” – pastel al óleo - 1991 -




1 comentario:

Anónimo dijo...

MARTA... creo que Martina aún "...dibuja un corazón y guarda allí todos los soles para que siempre la acompañen." Ese corazón y esos soles se asoman en tus letras.
Un abrazo
Rod